Así que chicos, un poco de respeto, que las Putas somos Diosas.
Me declaro como tal por rebeldía, por libertad, por justicia, por transgredir las normas sociales y romper con las expectativas de cómo vivir nuestra vida sexual.
El poder de esta palabra es maravilloso. Apoderarse con orgullo de ella nos permite sacudir el estigma que arrastra desde hace siglos, y nos anima a expulsar el dolor de ser señaladas por disfrutar de una sexualidad libre. Me planto ante el rechazo y las miradas inquisidoras cada vez que me pongo una minifalda y mis tetas explotan detrás de un escote.
La reivindico, la empodero, la pronuncio con pasión. Soy Puta, perra, guarra, zorra.
El instinto me guía en la vida y en la cama. Me muevo con cautela, sigilosa, deseando ser atrapada en este juego infinito de seducción, donde dejarse querer tiene premio y abandonarse al amor se paga caro.
Soy la ramera del mercado.
El dinero mueve ambos mundos y es la motivación de una buena profesional. Lo huelo en la distancia y actúo en consecuencia. Me dirijo felina hacia él, lo observo con paciencia y espero el momento oportuno de pasar a la acción.
Analizar un gráfico, olfatear las velas y acariciar mi coño es la forma que he encontrado de dar por culo a un sistema castrador, que solo pretende tenernos ignorantes, callados y sumisos.
Así ha sido, y así lo será por los siglos de los siglos. Porque el mundo gira en torno a los intereses de unos pocos, que sin ningún tipo de condicionamiento moral solo buscan satisfacer sus deseos sin importar el precio.
Si ellos (los poderosos, los que manejan todo el cotarro económico) no tienen escrúpulos, y tienen ganado su lugar en el cielo. ¿Por qué habría de tenerlo yo?
Puta. No he encontrado mejor palabra para deambular por el mundo de las inversiones. Es irreverente, provocativa y genera incomodidad en mentes conservadoras. Suscita pensamiento su dicción (positivo o negativo depende de cada uno), y es allí hacia donde me dirijo.
El hecho de cuestionar una conducta, una estrategia o un análisis, hace que despertemos y salgamos de esa zona de confort que nos mantiene aletargados.
En el pensamiento crítico y en la tolerancia de las miradas está la clave para la revolución. Esa que nos hará libres desde el respeto y la igualdad.
Con Bitcoin no basta chicos.
Removamos la tierra de nuestras estructuras mentales y plantemos semillas nuevas.
Follar e invertir se parecen más de lo que imagináis. Es la misma energía la que les da el sentido. La de la supervivencia, ni más ni menos.
Después de todo, ¿no sóis las meretrices de un entramado corrupto y vicioso al que os montáis por unos mendrugos de pan? ¿No intercambiáis valores, conductas, dinero, a cambio de intereses propios?
Eso, queridos míos, se llama prostitución.
Como véis, no soy la única puta que se mueve por los pasillos del mayor prostíbulo jamás montado.
¡Bienvenidos al Puticlub de los mercados financieros!